Una forma de incentivar las buenas prácticas editoriales en las colecciones científicas es crear iniciativas que empujen hacia altos estándares de calidad en áreas como el buen manejo editorial, la formación de comités robustos y procesos estrictos de revisión por pares, por dar algunos ejemplos. Tanto para las universidades como para las instituciones educativas y científicas, incentivar los estándares de calidad de la edición académica es una inversión orientada a mejorar la imagen que proyecta la universidad en el espacio público. Esto es especialmente cierto en áreas como las humanidades y ciencias sociales.
Un ejemplo exitoso de estos incentivos es el que ha mostrado el sello de Calidad en Edición Académica (CEA-APQ) para las colecciones editoriales españolas, una iniciativa pionera en Europa que busca acreditar la calidad científica de las colecciones editoriales de las universidades españolas.
Promovido por la Unión de Editoriales Universitarias Españolas(UNE) y avalado por la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación(ANECA) y la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología(FECYT), este sello fue creado en 2017 con el propósito de reconocer las mejores prácticas dentro de la edición universitaria nacional y convertirse en un signo distintivo que tanto las agencias de evaluación de la actividad investigadora como la comunidad académica podrán identificar fácilmente. Un modelo que podría resultar replicable en otros países interesados en potenciar su producción editorial y mejorar su imagen internacional en esta materia.
¿En qué consiste?
Ya en su tercera convocatoria, el CEA-APQ ha acreditado a 39 colecciones de toda España, y cada año se abre una nueva versión para que las colecciones de las distintas editoriales puedan postular de manera independiente al certificado, el que mantendrán durante cinco años. De este modo, las editoriales podrán concentrarse en posicionar sus colecciones insignias antes de tener que actualizar las prácticas editoriales de todo su catálogo.
Para obtener este reconocimiento, las colecciones deben cumplir una serie de requisitos en las áreas de calidad informativa y técnica de la colección, calidad de la política editorial, calidad sobre los procesos editoriales, y reputación y prestigio de la colección. Además, se ofrece una mención especial de internacionalización, que destaca la presencia de autores extranjeros en la colección. Una vez postulada, las colecciones son evaluadas en los siguientes indicadores:
- Identificación de la colección.
- Disponibilidad electrónica
- Inclusión de metadatos.
- Identificación del director de la colección y currículum que acredite la adecuación y coherencia de su perfil académico.
- Comité científico.
- Política editorial.
- Regularidad de la producción.
- Coherencia.
- Instrucciones a los autores.
- Información sobre el proceso de selección de manuscritos, las fases que sigue desde su recepción hasta su aprobación o rechazo, y la aplicación de revisiones para garantizar la transparencia del procedimiento frente a los autores.
- Comunicación motivada de la resolución.
- Existencia de reseñas y citas.
- Apertura a autores externos a la institución.
- Presencia o interés de atraer a autores extranjeros.
Hasta ahora este sello ha generado interés en las editoriales por destacar su catálogo, pues en la práctica actúa como una forma de validación de conocimiento científico similar a la que opera en las revistas académicas. Un ejemplo interesante es el de la colección Sociales de la Editorial Universidad de Cantabria, una de las últimas colecciones en obtener la certificación, y dirigida por el profesor titular de Historia Contemporánea Andrés Hoyo, quien explica por qué tener el sello representa un beneficio tanto para la editorial como para su universidad.
¿Podría funcionar en Chile?
Crear un sello de estas características podría incentivar a que las editoriales nacionales aspiren a un trabajo editorial científico más robusto, por medio de un buen manejo de formatos de publicación, buena calidad editorial y autoral, prácticas más estrictas de revisión por pares en la publicación de obras, un mejor uso de metadatos, y la formación de un alto estándar común de la edición académica nacional, lo que a su vez permitiría mejorar el acceso y el prestigio de la producción científica de sus respectivas casas de estudio.
Por supuesto, es necesario considerar cuáles serán los encargados de definir los parámetros y entregar este sello. En el caso español, las garantías de equidad la dan los organismos avaladores, la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (ANECA) y la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT), que serían hasta cierto punto equivalentes a la Comisión Nacional de Acreditación y Conicyt en nuestro país, por lo que sería interesante que ellas u otros similares tomaran la posta en este sentido.
Cabe preguntarse también cuántas editoriales universitarias en nuestro país tienen en funcionamiento un comité de evaluación de manuscritos, que es uno de los elementos centrales que asegurar la calidad de una publicación y la legitimidad del conocimiento que transmite, entre otros parámetros que juzga este sello. Por lo mismo, declarar estos puntos como metas importantes para el sector sería una ayuda para formar un sector editorial más profesional, con el fin de potenciar la divulgación académica a nivel local y global.
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